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sábado, 23 de agosto de 2014

Sexta leyenda: El sabio de la montaña

Era una tarde de Agosto en los calurosos montes cercaons al desierto de Monegros, en la provincia de Huesca; más allá de los Llanos de la Violada el sol caía asesino de las ropas y anfitrión de los sudores sobre el pico más alto de la zona, que se mal-llamaba el Monte Oscuro. 

Un hombre sin camisa ni zapatos movía de un lado a otro una enorme piedra buscando que al agacharse junto a ella le llegase media sombra para resguardarse. Él vivía allí, alejado de todo y de todos, con la piel cuarteada de quemaduras y sorbiendo el barro de los hoyos profundos para beber el poco agua que conseguía obtener. Vivía todos los días sediento y pasaba las noches al raso; pero él había elegido aquella vida. Sus padres habían intentado marcarle un camino, sus novias intentaron venderle opiniones ajenas y sus profesores se obsesionaron con que aprendiera conclusiones de gente muerta hacía muchos años.

Un día decidió dejar toda esa vida difícil de pensar y pensar y no hacer nada y se fuer sin rumbo, quería hacer cuanto pudiese en un lugar más sencillo. "¿Que hay más sencillo que el desierto?" pensó al plantearse aquella vida, puesto que al imaginarse el desierto tan sólo le venían a la cabeza tres elementos: Sol, cielo y arena.

Tras pasar en el desierto un par de días pensó que podría ser el rey de la montaña más alta que hubiese, y hacer así su Reino Simple, sin bandera ni coronas ni tan siquiera población más que uno.

Todo eso estaba escrito en una piedra que encontré en lo alto del Monte Oscuro cuando me perdí por aquellos lares, más arriba, en la cima, encontré a un señor con los dedos cruzados en las oquedades de los dedos de la mano contraria y la mirada perdida.

Al igual que las ideas ajenas y los prejuicios que siempre negó, él también se había convertido en momia.

lunes, 9 de junio de 2014

Quinta leyenda: Los viñedos del ruido

Eran los albores de la humanidad, una tribu que había nacido en lo que hoy es Ruanda había llegado a los eternos viñedos y trigales de lo que llamamos Albacete.  Llevaban vidas huyendo, puesto que las tribus de Kenia y del Congo estaban listas para la guerra y querían hacer lagos de sangre donde los leones fueran a beber y así matarlos para comer la carne de los animales más fuertes.

Tan sólo llegaron al otro lado del Estrecho un puñado de los que partieron. Los hombres que perdieron a sus mujeres amaron a sus hermanas, amaron a otros hombres, amaron incluso a sus padres y a sus hijos, y los que no pudieron amar a nadie se amaron a manotadas con los espíritus de los muertos en las noches que estos se aparecían.

En esa tierra hacía frío, dejaron de andar hacia el norte cuando comprendieron que en el norte vivían los vientos helados de los dioses sin sangre que echaban el aliento porque vivían cansados, y así empujaban un frío viento contra ellos. Allí todo era frío y raro. 

Los otros hombres que allí habían eran peludos como ñus, miraban con ojos lejanos y gritaban con gargantas que decían palabras distintas. Los pieles blancas vivían a un lado de las vides y los pieles negras al otro, jamás hablaron hasta que llegó el día del guepardo.

Los pieles negras no habían olvidado la cuenta de sus días y esa misma noche el guepardo debía ser invocado para que trajera a los difuntos. Los hombres solitarios sonrieron todo el día ansiando que el Sol cayera y prepararon las pieles de guepardo que habían conseguido salvar en la travesía.

Al anochecer, un hombre vestido de guerpardo, con la cara tapada por una máscara de madera y por el resto dessnudo, esperaba inmóvil frente al fuego. De entre las sombras de una cueva surgió una mujer también vestida de guepardo y se puso frente a él, separados por el fuego. Los pieles blancas veían de lejos sin saber que hacían los pieles negras. Uno de los últimos cogió dos ramas de olivo y golpeó el suelo con ellas: Primero una, después la otra, la primera, la primera, la otra... Otro de ellos sopló por el cuerno vacío de una cabra siguiendo los golpes de la primera rama y un tercero gritaba con los golpes de la otra... Los vestidos con las pieles de guepardo comenzaron a bailar con los brazos y las piernas y pisaron el fuego hasta extinguirlo. Ya sólo quedaban los sonidos y la luz de la luna.

Entonces las manos de los pieles negras sevolvieron de fuego y al tocar el suelo lo hacían retumbar y seguir el ritmo, y al tocar los árboles recrujían, y al tocar a otros, los tocados rugían desde su corazón y las voces dejaban de escucharse en pos de aquel ritmo mágico que ya les guiaba a todos las pautas de sus movimientos. Los pieles blancas se acercaron, no tenían miedo, estaban alegres cuanto más cerca estaban y entonces comenzaron a tocarles a ellos.
Las dos pieles se hicieron blancas y se les cayó la mayoría del pelo, los disfraces de guepardo se peridieron en la noche y se amaron los unos a los otros, pues ya fueron todos iguales. Los espíritus pudieron abandonar el mundo de los vivos y ser amados por los que antes que ellos fueron espíritus en el mundo de los dioses.

Nació así la música, nacieron así los primeros pobladores de aquella tierra que nacía más allá de la tierra de donde vinieron aquellos extraños visitantes de más allá del mar. Esa tierra se bautizó con la unión de los nombres de los baliarines vestidos de guepardo, el se llamaba Eur y ella era Opa.
 

miércoles, 23 de abril de 2014

Relato por Sant Jordi

Pablo paseaba por el puerto de Santa María, era 1957 y faltaba una semana para Miércoles de Ceniza. Cádiz celebraba su carnaval y por unos días, o mejor dicho, unas noches, los problemas quedaban a un lado para despertar al día siguiente. Sus padres le habían dado unas cuantas pesetas para comprar regaliz, a él apenas le gustaba el regaliz pero sabía que era un pretexto para que sus padres celebraran el carnaval a su manera.

Paseaba por las barracas del puerto entre gritos de chirigotas y vino peleón desparramado por los suelos.
Unos gitanos daban palmas en una barraca cercana y otros que los miraban se palpaban los bolsillos como si estuvieran nerviosos. Uno con cara de cabreado sacó del bolsillo una navaja que relució bajo la luz de los faroles, hasta que otro gitano con el pelo más largo le bajó la mano mientras le agarraba la nuca con la otra mano, le reprendía muy cerca y le echaba salivazos al hablar.
Un payaso exhausto llenaba globos a pulmón y buscaba a quien se los comprara sonriendo a todo el que pasaba.
Tocaban las 10 de la noche y en breves la gente se recogería. Pablo miraba un puesto en el que unos viejos enjutos rascaban las guitarras mientras una chica vestida de sevillana taconeaba con una mirada que parecía desafiar a los ojos que se tropezaran con los suyos. Pablo la observaba ratos tan largos como podía, hasta que ella giraba en su dirección y él le bajaba la mirada. Un cura bebía al lado del tablao al grito de “!Guapa, guapa! ¡Ole, ole y ole las cosas guapas!”. Pablo, con la cabeza gacha, se miró la medalla de la Macarena que le pendía del cuello y se fue de allí por no saber donde mirar ni que hacer. Se sentó en un banco a esperar un rato y volver a casa. Un borracho se sentó a su lado:

-¿Sabes quien hizo este banco? ¡Los moros! Casi todo lo que hay en Cádiz lo hicieron los putos moros. Son muy lissstos, yo he sido legionario y te digo que para cuando tengas hijos nos comen en Melilla ¡Que ya no hay cojones, hostias! Que están las tropas amariconás, se creen que la guerra ha terminado. Dicen de hacerse amigos los moros y los maquis y acabamos todos con alfombras en las paredes y llamándonos “camaradas”.

-Vaya una panda de masones- dijo Pablo sin tener ni idea de lo que decir

-¡Exacto chico! Veo que sabes de lo que hablas ¿Fumas?-le preguntó mientras le acercaba un cigarrillo

-¡Deja en paz al crío Paco! ¿No ves que no tiene cara de fumar?-dijo una voz a sus espaldas. Pablo miró para atrás, era la bailaora del tablao; que venía sudando, con el maquillaje corrido y los brazos en jarra de lo acostumbrada que estaba a esa postura.

-Joder María ¿Y eso que tendrá que ver? Yo ya fumaba con 8 añicos, y este más cara de crío que yo entonces no tiene.

-Anda, tira pa la casa a dormir la mona.

-Chsss eh, pero porque yo quiero, que te conste-dijo mientras abandonaba la feria haciendo “eses” y hasta “oes” cuando se perdía

-Perdónalo chiquillo, es que se pone muy pesado cuando bebe.

-¿Qué?-dijo Pablo que no había prestado atención a lo que le decía

-El hombre del banco, es mi tío Paco que se emborracha y se comporta como un crío chico.

-No se preocupe señorita

La bailaora se echó a reír.

-¿Pero por qué me tratas de usted chiquillo? ¡Si sólo te sacaré un par de años! ¿Cuántos tienes?

-19

-¡Válgame la Virgen del Rocío! Pero si me sacas uno, mi alma. Con la cara de niño que tienes…

-Ya… me lo dice mucha gente-a parte de eso, no sabía que decirle-¿Tienes hora?

-Las 11 menos cuarto quillo.

-¡Hostias! ¡Que tenía que irme a y media! Ha sido un placer, eres muy guapa, hasta luego-dijo apresuradamente mientras se iba.

Pablo echó a correr mientras pensaba “¿Eres muy guapa, hasta luego? ¡Seré gilipollas!”.

Volvía a su casa mirando al suelo para no cruzar la mirada con nadie por no dar una excusa a los borrachos para buscar pelea.

-¡Tú, piltrafilla!-dijo una voz a sus espaldas

“Mierda, el sereno” pensó.

-¿Qué vienes, del carnaval tu también no? Muy callado vas, a ver pájaro, échame el aliento.

-No he bebido señor.

-¿Te he pedido que me contestes acaso? No, que me eches el aliento te he dicho lumbreras.

Pablo obedeció.

-Pues no has bebido no ¿Por qué vienes tan mustio entonces nene?

Pablo no le iba a contar que llegaba tarde a casa y que sus padres estarían despierto esperándolo porque no tenía llaves.

-Nada, la novia-mintió

-¡Bah! Con lo putas que son las mujeres mejor harías en irte al burdel, te cuesta los dineros pero al menos no te quita la cabeza.

“¿Por qué no me deja en paz este tiparraco?” pensaba Pablo.

-Anda venga, tira a la cama chaval, cuatro pajas y te olvidas de esa zorra.

-Buenas noches-“¿Por qué todos los personajes me hablan esta noche a mí?” pensó

Andaba ya con las manos en los bolsillos y siempre debajo de las farolas, llegó a su casa cerca de la calle Primo de Rivera, dio la vuelta a la esquina, sacó las manos de los bolsillos y se quedó petrificado.

La casa estaba ya negra, el hollín recubría toda la fachada y los dinteles de las ventanas se habían caído sepultando el que pudiera salir nadie. Pablo no podía pensar y respirar al mismo tiempo, apenas conseguía hacerlo por separado. Allí no había nadie, no lo entendía, por mucho que fuera carnaval; alguien debía de haber visto algo, haberse asomado a golismear aunque fuera, había charcos en el suelo, alguien tuvo que apagar el fuego para que no se derrumbara la fachada. Pero allí no había nadie.

La puerta estaba sepultada, se echó al suelo y empezó a apartar ladrillos histérico. Pegó una patada a la madera carbonizada de la puerta y entró agazapado. No reconocía el salón, la cocina tenía un hueco enorme en el techo sobre el lugar en el que antes estaban las bombonas de butano, de las cuales ya sólo quedaban jirones de metal entre los escombros que cubrían las losas haciendo un nuevo suelo. Cruzó el pasillo casi sin aire y tropezando a cada pocos pasos con los casquillos. Llegó a la habitación de sus padres y se encontró dos bultos negros encogidos sobre la cama y abrazándose. No quedaba ya nada de piel que permitiera reconocerles a quienes no los conocieran. Salió de allí sin llorar, sin gritar, completamente en estado de shock, sin saber lo que hacer, decir o pensar.

Salió de su casa en ruinas y se encontró una oscuridad envolvente y abrumadora y una ráfaga de aire frío que acompañaba a su sangre helada y más que helada. Vio entonces a lo lejos una mancha roja rompiendo la noche. Era un vestido de sevillana, era ella.

-Como son las cosas… No me imaginaba que fuera tu casa.

-¿Has sido tú?-dijo Pablo clavándole sus ojos azabaches

-¿Cómo voy a ser yo criatura? Han sido los grises, que han dado a tus padres por rojos. Mi tío me dijo que iban a hacer caza esta noche, que la gente está menos atenta, feliz y a sus cosas.

-¿Tu tío…?

-Tampoco pequeño, a él sólo le han dado el soplo

-Voy a matarlos…

-¿Quieres que te maten a ti también no?

Calló.

-¿Cómo te llamas?

Siguió callado un rato.

-Pablo-dijo al fin-como mi padre…

La sevillana le puso los brazos por encima como si fuera un abrazo.

-Yo soy María-y le abrazó dejándole caer la cabeza sobre el hombro. La rosa del pelo estaba a la altura de la boca de Pablo, le molestaría si no fuese porque ya poco le importaba-anda, vente conmigo esta noche, que hace un frío de mil demonios.

-Voy a matarlos…

-Eso no te va a devolver a tus padres Pablo-enmudeció-sólo te dará una cama de pino

-Me da igual que me maten si me los llevo por delante…

Pablo, que desde que lo abrazó María no miraba a ninguna parte bajó la cabeza, María lo achuchó, su hombro rozó la mejilla de Pablo y este se echó a llorar. Al terminar, ella lo besó.

-Vente a mi casa esta noche

Pablo no respondió, se lo llevo de la mano y le dio una vida. Pero no fue suficiente.

Trece meses después todo un cuartel amaneció en silencio y ese día, los gitanos camparon a sus anchas y se mataron escopetados y a navajazos. Todos los policías del barrio de Santa María aparecieron muertos. Encontraron a Pablo dos años después en una montaña de Jaén. Lo sentenciaron a garrote vil y lo ejecutaron mientras María le lloraba sin fuerzas para salir de su casa.


Lo mataron por haberlo encontrado en la montaña con los maquis, nadie más que María supo lo que en verdad hizo. Era ya 1960 y la gente seguía desapareciendo de las calles de España sin razones, sin que nadie nunca supiera nada. 

jueves, 16 de enero de 2014

El anciano del quinto



Cuarta leyenda:
 
Madrid, 1939

Todos pensamos en lugares abandonados, fríos, lejanos, exóticos y en los que se hablan lenguas que nadie que tu conozcas puede comprender.

Pero los lugares son tan sólo espacio físico y es la gente la que crea los mitos.

Sucedió hace poco menos de un siglo algo en la capital del país.

Ernesto era un anciano que vivía en el cuarto piso de un edificio cualquiera de Hortaleza, había acabado la guerra y a él le daba igual. Le daba igual que hubiesen ganado los franquistas, le importaba tan poco como si hubieran ganado los republicanos. Él nunca tuvo mayor problema que pagar las lechugas a un precio mayor y taparse los oídos cuando cayeron los bombardeos. Él nunca puso el puño en alto ni levantó un brazo en diagonal, nunca clamó el "Arriba España", tampoco el "Ni un paso atrás". Él tan sólo intentaba vivir como pudiera.

Su hijo no siguió su ejemplo, su hijo cogió la por aquel entonces novísima cámara de su padre y se fue al frente republicano. La primera vez que salió por la puerta le dijo que él dispararía balas y fotografías contra aquellos que querían imponerse contra lo que toda España había decidido. El hijo de Ernesto hizo fotos de la Batalla del Ebro, de las violaciones sucedidas en Málaga, de Hemingway y Jonh Dos Passos cuando tuvo el placer de conocerlos, de los barcos que exiliaron a los niños del frente republicano. Pero él nunca llegó al exilio, no pudo volver a cruzar la puerta de su casa, dos balas tenían su nombre y cuando las dispararon ya estaban enamoradas de su pecho y de su cuello. Esas balas le mancharon de carmín sangriento los labios y le prometieron quererle por toda la eternidad.

Sus fotos desaparecieron de este mundo con él.

Ernesto no volvió a salir de su casa, todos lo dieron por muerto. No volvió a hablar ni consigo mismo ni a rezar en un Dios al que ya no guardaba simpatía, sus huesos se acomodaron al hueco que con su peso él imponía en el sillón orejero de cuero y tapete blanco que su mujer le cosió antes de abandonarles a él y a su hijo años atrás.

El comunicado oficial apareció una mañana por debajo de la puerta pero él no necesitó leerlo.

No cayeron lágrimas.

Pasaban los días y todas las mañanas sin falta un gorrión picoteaba el cristal sin que Ernesto se inmutara.

Un día no sonó nada y Ernesto, sin apenas darse cuenta de que hacía, se levantó, fue hacia la ventana y encontró una pistola que aún olía a pólvora, como recién disparada. Vació el cargador y se encontró con una sola bala con una inscripción en letras plateadas: "Feliz día del Padre"

Se apoyó el cañon en el pecho y le dió la vuelta a la historia de Cristo, siendo el Padre el que se sacrificaba y el Hijo el que le esperaba con los brazos abiertos.

Disparó y su cadáver desapareció en el estallido volviéndose líquido de las lágrimas que no derramó en todo ese tiempo.

Meses más tarde, dos guardias fueron a comprobar si Ernesto había muerto y al abrir la puerta, el mar de aquella casa los desterró por siempre del edificio.

Cuando volvieron a entrar, vieron que el moho había invadido la casa, y que este adoptó la forma de las fotos perdidas del hijo que Ernesto volvió a encontrar más allá de la tierra de las penas. 










lunes, 16 de diciembre de 2013

Anécdotas del año

Hace mucho que no escribo gracias al gracioso de mi ordenador, de todas formas llega el fin del año y hace tiempo que no hago una entrada con fotos mías. Por esto mismo voy a narraros a partir de fotos algunas anécdotas de un personajillo como yo:

Festivales:

 Más o menos, los festivales son ya los mismos grupos de siempre, he visto a Ska-p, a Pennywise, a Soziedad Alkoholika y a lo que queda de los Ramones vivos (el batería).

Mucho momento camping, mucho soportar las tentaciones del cuerpo tales como ir al baño con asiduidad, mucha fiesta y mucho movimiento. Si quereis adelgazar id a un festival!




Toda una fauna por los cerros del rock n' roll. 
Vacas, osos panda y si eres de los que le molan lo psicotrópico también puede ser que vieras dragones y duendes pero eso amigo mío, no eran personas disfrazadas
 
 ¿Qué me queda por decir salvo que me encanta tener un grupo de amigos a los que les dices concierto y les faltan las ruedas y el saldo para organizarlo todo?

Creo que nada a excepción de que la noche es para los valientes, dormir es de cobardes y el insomnio entre las sábanas para los hippiepollas. 

-Tú que dices, magdalena o muffin?
+Magdalena
-MODERNO!!!! Que se la has chupado a Amancio Ortega, que te ha vomitado Pull and Bear, que las gafas no te caben por la puerta del Starbucks.

-Perdona chica estás sola

(ni te mira)
+NORMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAL!!!! jajajajajajajajaja xDDDDDD

-Acho pues mi postura sobre el conflicto palestino-israelí radica en que...
+Cállate imbécil
-QUE TE PUDRAS!!!

Una tienda salió volando en el Viña pero al menos no hubo ningún madrileño tirandose a ríos de cuatro centímetros de profundidad.


Casa rural:

Pues como ya es costumbre entre mis amigos de clase, hicimos un viajecito a los campos de Bullas para comenzar bien el curso. 
 A la misma casita de siempre sin cobertura pero con futbolín. Aunque a mí la piscina y el alcohol me garantizaron unos cuantos planchazos señalados en fotos como la siguiente. Nunca os pimpleis una botella de orujo a las cuatro de la tarde tras comeros una sartén de espaghettis, hincharos a cerveza y a ron. Creedme, no da buen resultado...

Y así los pieles rojas destruyeron a los rostros pálidos.











Cuando has bebido lo suficiente como para preñarte de alcohol y te has reído tanto que te ha dado flato en un sofá acabas diceindo cosas estúpidas, sacando la guitarra y componiendo canciones sobre la temática de las tetas de tus amigas y de los cojones de tus amigos... y jugando al Call of Duty como hijos de puta!!! XD 

¿Mirar a cámara? ¿Para qué? No es la 
primera vez que me apunta un láser










Novatadas:

 
A dos días de hacer las novatadas no teníamos disfraz, pero ir de indios siempre ha sido barato ¿Que se puede decir sobre las novatadas? Mucha mierda, mucha birra, conversaciones que no nacieron para ser recordadas, mucho fumal, mucho cantar, mucho de aquí para allá, "¿Donde está Chema?, ¿Quién es Javi? Polla, give me fire!, Ese tio es imbécil que puto asco da..., a ese ni caso que es de publicidad, QUE NO SOY GAY COPÓN!, y....

-EN LA ERA DE LOS ROMANOS!
+EN LA ERA DE  LOS ROMANOS!
-NO EXISTÍAN LOS CONDONES!
+NO EXISTÍAN LOS CONDONES!
-Y LO HACÍAN LOS MUY CABRONES!
+CON PELLEJOS DE SALCHICHONES!!

Universidad:

Que gusto da este año sentir que haces algo relacionado con tu carrera y que tienes prácticas, es lo que tiene el segundo curso y el mucho quejarse. Quejaos siempre gente, que aún sigue siendo gratis. He redactado mucho, he locutado, hecho boletines, me he puesto delante de una cámara y cada día cuesta menos y gusta más...

 



Espero que os haya gustado muy-mucho. Hasta la próxima! ;)

sábado, 26 de octubre de 2013

El niño con los brazos de sombra

Tercer relato de leyendas

Bajo la luna de Santander cuentan las lenguas que siempre hablan de conocimiento hasta que callan por miedo que existió un niño especial donde los haya.

Marzo de 1589.

Una madrugada al amanecer, tras una noche de tormenta, se despertaron los santanderinos aún frotándose los ojos y rascándose la espalda. Aquella tormenta había sido muy fuerte, pero la Virgen de la Mar, que para algo era su patrona, había protegido sus barcos pesqueros.

Algo había en la orilla, algo que no debía estar allí.

Creyéndo que era algún tipo de pez varado en la orilla, los vecinos más despiertos del barrio de los pescadores se acercaron a la arena. Al acercarse vieron que no era un pez, pero tan sólo cuando estuvieron a unos metros de distancia se dieron cuenta de que era un niño.

Este estaba inconsciente, boca abajo, los párpados habían sepultado sus ojos inamovibles, dudaron de si estaba muerto o vivo. Al intentar levantarlo para ver como se encontraba, un vecino que fue a cogerlo por los sobacos tan sólo se encontró con el vacío y una sensación que le hizo erizarse y encogió todos los órganos, músculos y huesos de sus adentros.

Miró al niño sin saber que había pasado mientras el resto le miraban a él extrañado. No sabía que había pasado, ni siquiera sabía cómo reaccionar. Pensó que habría sido por el frío natural de la mañana y que se estaría resfriando, que igual no había calculado bien la distancia con el chico porque comenzaba a tener fiebre y eso quizás tuviera algo que ver.

Una mirada le bastó para comprender que aquel niño no tenía brazos.

Se horrorizó al principio, sintió una mayor compasión, pero entonces fijándose se dio cuenta de que algo donde deberían ir sus brazos hacía sombra.

Los vecinos seguían mirándole pero él no les hizo ni caso.

Asió al niño desde por el abdomen y las piernas y lo levantó en peso, al mirarlo a una luz completa vio que este no tenía brazos como antes se había figurado, pero tenía unas sombras con forma de brazos que nacían de su clavícula.

Se asustó, lo dejó caer y el niño empezó a lllorar. Aquel vecino, presa del pánico, empezó a tirarle arena a la boca para intentar callarlo. El resto de vecinos lo paró y se lo llevaron de allí.

Pronto, todo Santander estaba allí, mirando al niño con brazos de sombra.

Le preguntaron que donde estaban sus padres y este negó con la cabeza.
Le preguntaron si entendía castellano y no contestó.
Le preguntaron muchas cosas pero no sacaron nada en claro, el niño ya se había dado la espalda y miraba al mar sin prestar atención al resto del mundo.

Fue cayendo la tarde y la gente comenzó a irse, nadie quería acogerle.

Una niña pequeña, regresando a casa con su madre lo vio, le preguntó a su madre que quien era aquel niño que miraba el mar y ella le respondió que era un niño maldito.

Cayó la noche y aquella niña salió por la ventana de su casa a preguntarle a aquel niño que por qué estaba maldito. El seguía allí.

-Hola-dijo la niña a espaldas del niño- Me llamo Alba ¿Cómo te llamas tú?

El niño se dio la vuelta para mirarle.

-Madre dice que estás maldito ¿Por qué?

No respondió

-¿Por qué tienes los brazos negros?

Silencio

-¿Por qué no hablas?

Silencio

-Ah claro, porque es de noche y no quieres que despertemos a nadie ¿verdad?

Silencio

-Está bien pues entonces me acercaré para hablar bajito

Alba se acercó y vio que, justo donde terminaba la carne y empezaba la sombra, aparecía un rincón más oscuro que la propia noche, y que si podía verle los brazos por la noche, era porque esa sombra era luminiscente cuando uno se fijaba y estaba cerca.

Una vez se sentaron juntos frente al mar ambos callaron, mirandose a veces notándolo y sin notar las miradas.

-Soy sombra-dijo el chico rompiendo el silencio

-Encantada Sombra-Alba creyó entender que ese era su nombre

Comenzaron a hablar y la noche fue pasando, de una conversación a otra olvidaban la anterior y disfrutaban más de la presente. 

Comenzaron a clarecer las primeras luces de la mañana.

-Es casi de día Sombra, tengo que irme a mi casa o madre se preocupará
-Me ha gustado mucho hablar contigo Alba
-A mí también Sombra

Alba abrió los brazos para darle un abrazo, el chico intentó hacerlo pero sus brazos atravesaron el pecho de Alba. Se sintió avergonzado y agachó la cabeza, seguro que la había hecho sentir mal, como a aquel hombre esa mañana. Pero Alba no se sintió mal, agachó ella su cabeza y le besó en la mejilla.

-Nos vemos mañana a estas horas- le dijo mientras corría por la arena para volver a casa.

Sombra la miró estupefacto hasta que esta cerró la puerta de su casa. En ese momento amaneció y aquel chico desapareció.

Así, durante el resto de los días de la eternidad las sombras del mar desaparecieron al alba en Santander, protegiendo esta luz a los marineros de todo el mundo.


lunes, 23 de septiembre de 2013

Miradas destructoras

Segundo relato de leyendas

Hace ya tantos años que ya nadie recuerda lo que contaban los ciudadanos de Teruel cuando comenzaba a conocerse la ciudad por ese nombre. Ya por aquel entonces contaban las abuelas a sus nietos que ningún lugar del mundo tenía el cielo nocturno de Teruel, las estrellas que no se veían en los los mitos de los griegos ni en los jeroglíficos de los egipcios tenían su hogar en el cielo de la ciudad aragonesa.

Los reyes al morir bajo el manto de la noche vislumbraban sobre su lejana corona que les lloraba sobre una mesilla por jamás volver a ver su testa, las lágirmas brillantes de los cien millones de estrellas que se abarcaban entre sus muros.

A las afueras de la ciudad nació una niña admirada por unos, repudiada por otros por tener los ojos escarlata.

Esta niña no tenía padre ni madre y siempre miraba al cielo de tristeza por sentirse como los insectos que se arrastraban sobre la mugre igual que ella pasaba por la vida.

Un día, un forastero envuelto en su capa de raso, su ancho sombrero y sus zapatos lustrados preguntó el camino hacia el Ebro. La niña respondió mirándole a los ojos, pues era una niña que nació triste pero sin miedo.

El hombre al ver sus ojos ardientes como el fuego y relucientes como rubíes bajo del caballo, manchóse los zapatos y mirándola muy fijamente le preguntó:

-Niña ¿Tú quién eres?
-No tengo nombre señor
-¿Quiénes son tus padres?
-No tengo padres señor

El hombre la miró entre apesadumbrado y atónito.

-No puede ser que unos ojos como esos no tengan de padre sino a un dios y de madre a la fortuna. Los dioses del cielo son las estrellas, y a ellos debemos estarles agradecidos por alumbrarnos cuando la vida se hace dura y cae la oscura noche sobre nosotros. Ven conmigo niña, yo te llevaré a un sitio mejor.

La niña subió al caballo con él, no tenía nada que perder en su vida...

Ambos llegaron a las puertas de la ciudad cuando cayó la noche. Los guardianes de la muralla impidieron el paso obligando a aquellos dos extraños a que se identificaran por querer acceder a tan altas horas de la noche.

Aquel señor dio una perorata sobre quienes eran sus padres, sus abuelos, sus hermanos, el maravilloso lugar de donde venía y los terrenos que alrededor se hallaban bajo su posesión. La niña quedó callada mientras acariciaba al caballo. De pronto se acercaron los guardias gritando y cogiéndola del rostro le levantaron la barbilla quedándo su cabeza mirando el cielo abierto.

El señor gritaba iracundo, pero la niña estaba feliz contemplando el cielo. Nunca lo había visto, era tan oscuro y tan brillante, tan hermoso...

De repente se fijó en una estrella que desapareció, gritó aterrada y el señor la abrazó.

-Se ha apagado una luz
-A veces ocurre jovencita. Son casi tan mortales como nosotros

La niña se enfadó !Ella quería ver todas las luces del cielo! Se fijó en otra estrella frunciendo el ceño y esta se volvió tan roja como su mirada y de repente estalló, dejando el cielo iluminado de rojo.

Los guardias se asustaron, uno echó a correr para no volver. A la niña los ojos se le tornaron verdes, el señor se percató y miró las estrellas, la niña volvía a centrar su mirada en una que tras volverse de color verde, restalló dejando el cielo del color de las praderas.

Los guardias cerraron las puertas negando paso a nadie y fueron a informar al rey moribundo.

Los ojos de la niña eran ya azules y dos estrellas estallaron en azul, luego pasó lo mismo con el violeta, el naranja y el amarillo.

Aquella niña podía destruir las estrellas en colores con tan sólo mirarlas. No se cansaba de mirar y cada vez estaba más cabreada

-!¿POR QUÉ?!-gritaba

El cielo desaparecía, pronto quedaría a oscuras, toda la gente de las afueras miraba el espectáculo y tras la destrucción de muchas estrellas se dieron cuenta de que la primera que miraba era la niña.

Aquella niña podía destruir las estrellas.

Entonces aquel señor sacó un cuchillo de las alforjas del caballo y degolló a la niña que detruía las estrellas, la niña que mataba a los dioses, la niña que asesinaba a sus padres.

Se hizo el silencio y el cielo dejó de oscurecerse con la sangre de aquella niña.

Desde entonces todas las noches encendían faroles en las calles por miedo a que alguien volviera a destruir las estrellas. Esos faroles con el tiempo se convirtieron en farolas y en todo el mundo se hizó homanaje y tributo a la muerte de una niña maldita pero inocente que hacía de las estrellas destrucción de colores, que hacía en el cielo nocturno los primeros fuegos artificiales.