Se acerca la Semana Santa
Parecerá una tontería… pero me hace ilusión.
Me hace la misma ilusión que me lleva haciendo toda mi vida…
desde que con tres añitos cargaba más caramelos que mi peso en una túnica
pequeñita, una túnica con una capa que no servía ni para cubrir una mesa por
diminuta. Y yo sin embargo deseaba que llegaran esos días, días en los que tan
sólo por llamarlos “santos” el viento se hacía brisa y el pueblo, dejaba lo que
estuviera haciendo para vernos enmascarados a la luz de las velas que portaban
los mayores, tan atados con cuerdas en los tobillos. Yo portando una cruz de
hierro ligero en una mano para apoyar mi peso en los momentos de cansancio
cuando aún era considerado pequeño para llevar faroles, andas o cruces de
madera, cruces de penitencia. Me embobaba viendo a esos nazarenos que
desfilaban junto a mí pero sin zapatos, mi madre me contaba que eso eran
promesas, promesas para pedir deseos necesarios en sus vidas, “Yo por ti he
hecho muchas cariño” me decía entre lágrimas cuando aún no entendía bien por
qué lloraba.
Mi túnica fue cambiando de colores y de cofradía: azul y
blanco por La Verónica, rojo sin brillo ni capa, un rojo robusto por sayón de
La Flagelación pero mi túnica favorita siempre ha sido la negra con el capuchón
y los bordes de la capa blancos. Con un corazón atravesado por siete puñales a
la altura del cuello por siempre cubierto y otro escudo de la virgen en el
hombro derecho de la capa. La Virgen Del Paso. Esa figura que tanto ha
significado y significa en mi familia y en mi pueblo.
Sé lo que estaréis pensando que ¿Qué demonios hace un ateo
hablando de Semana Santa? ¿Acaso soy tan tonto y chaquetero como para
traicionar mi creencia en la humanidad en vez de en un Dios que no existe por
unos días porque cuatro encapuchados repartan cinco caramelos?
Yo no creo que esas tallas de madera sean más que eso,
madera y trapos decorados.
Aunque comencé desfilando cuando era creyente ya no lo soy.
Pero me encanta como me siento esos 7 días que son la Semana Santa. El calor de
la gente, el ambiente parece cambiar, todo el mundo habla y se prepara para
esos días y nos vemos la cara con desconocidos tan sólo esos días pero con
intensidad. Pasear por las calles en la procesión y sentir que ese no es un día
normal, que la gente disfruta y disfrutar tú con ellos porque ellos disfrutan.
Cada vez que llega la Semana Santa me vuelvo a sentir como
un niño. Vuelo a vivir todo aquello que el día a día me prohíbe sentir día a
día…
Todos estos días veo a mi primo pequeño jugar a los nazarenos, asombrarse con todo lo que hacemos para preparar las procesiones su padre, su padrino, su tío o yo mismo. Lo veo jugar a que tiene un caramelo en las manos y se nos acerca riendo, que tenenemos que decirle: "Nazareno, ¿nos das un caramelo?" y él abre la mano vacía, fingimos que nos lo comemos, "!Gracias nazareno!" y sonríe tanto que parece sonreir desde cada rincón de su pequeño cuerpo.
Han pasado ya con este 17 años en los que llevo saliendo en
la procesión… Toda mi vida…
Toda mi vida oyendo tambores, tapándome la cara, disfrutando
de noches que no se parecen a ninguna otra noche, viendo las caras de los niños
iluminarse por un caramelo y jugar con ellos a hacer como que no se los iba a
dar, etc.
De pequeño tenía tantos sueños… podréis reíros nuevamente,
pero uno de ellos era ser estante de la virgen de mi pueblo.
Hoy en día puedo decir que ya lo soy y que me al terminar nos vamos de cañas para convertir eso de la cofradía en lo que llamamos Hermandad.
Estoy ansioso así que si me permitís seré el primero en
decirlo: ¡Feliz Semana Santa!
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