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miércoles, 17 de julio de 2013

El puente de las sombras nocturnas

Este relato es parte de una saga de leyendas que jamás existieron pero que le atribuyo a cada una de las 50 capitales de provincia de España. 

Primera leyenda: El puente de las sombras nocturnas (Murcia)

Corría el año 1743, la ciudad de Murcia presenciaba uno de los inviernos más crudos que se recordaba desde hacía generaciones.

Un carretero cruzaba el, por aquel entonces nuevo, Puente de los Peligros, su carga eran esclavos provenientes de Latinoamérica que los acaudalados señores de la ciudad del Segura habían comprado sin cruzar el océano, para que desempeñaran las tareas sucias y odiosas que acometían a estos. 

Eran más de las 12, la noche estaba cerrada y el aguanieve caía de las oscuras nubes que sin embargo, dejaban atisbar el claro de la luna sin ofrecer estrella ninguna. Una silueta apareció en el camino, estaba encapuchada y miraba cabizbaja al río con la quietud de no poder ver su reflejo en el agua. Por las formas que la túnica hacía en aquella silueta, el carretero se dio cuenta de que era una mujer y paró el carro a su lado.

-Disculpe hermana ¿Necesita que le acerque a alguna parte? No debería estar usted aquí a estas deshoras de la noche -dijo el carretero.

-Me temo que no soy monja señor -dijo aquella mujer dándose la vuelta. 

Sus ojos, de un azul pálido refulgían bajo el claro de luna. El carretero estaba hipnotizado nadando en los iris de aquella mujer buscando luz, y en sus pupilas buscando oscuridad. Aquella mujer notaba todos los pensamientos del carretero sin necesidad de mirarlo tan siquiera. Se desencapuchó, su pelo era tan negro como la noche pero tan brillante que contrastaba con ella, sus labios rojos y su piel pálida como las velas de una iglesia.
El carretero no podía apartar los ojos... Podía secuestrarla con el resto de los esclavos y dejarla en su casa maniatada antes de hacer la entrega, podía bajar del carro, bajar las escaleras que llevaban a la orilla del río y violarla ante las oscuras miradas de los vagabundos que cerca habitaban. Fuese como fuese, tenía que poseerla. El único problema sería que la guardia hacía la ronda por el río cada 20 minutos y si le atrapaban, le esperaba una pena de cárcel que jamás podría pagar ni cumplir. La mujer sonreía con malicia...

-¿Os atraigo verdad señor? Todos esos pensamientos que teneis sobre como violarme me despiertan cierta curiosidad, no lo negaré.

El carretero estaba desconcertado ¿Acaso esa mujer podía leer su mente?

-Os propongo un trato señor -dijo aquella mujer sacando una moneda de su túnica- Vos deseais mi cuerpo, si acertais el lado de la moneda lo tendréis, si no ocurriese esto, yo elijo mi premio... ¿Aceptais señor?

El carretero asintió completamente embobado, ni siquiera se planteó el preguntar que querría ella de él, tan sólo dejaba volar su imaginación sin apartar la vista los ojos hipnóticos de auqella mujer.

-¿Cara o cruz?

"Tu cara es lo que quiero" pensaba 
-Cara-fue lo que dijo.

Aquella moneda de plata, volteó 8 veces en el aire antes de caer sobre la mano de aquella mujer.

-Cruz mi señor

El carretero tenía la cara impasible de no creer lo que ocurría y de lamentarse de su suerte

-No os preocupeis mi señor, depués de todo, esta será la última cruz que veais. Mi premio, mi querido señor, será vuestro alma.

El carretero sintió sudor y miedo bajo sus ropas caladas y el frío que nació de sus huesos se sumó al del ambiente, contrastando con el calor de su corazón que latía miedo y atracción por aquella mujer.

-Veo que sois todo un ejemplo de humanidad señor. Le ofrezco jugar de nuevo, si usted gana recupera su alma.

-¿Y si no gano?

-Me quedaré con la de todos sus "compañeros de viaje"

El carretero no se había fijado hasta entonces en los rostros de aquellos esclavos que llevaba en la jaula de la parte de atrás del carro. Eran niños, no entendían su idioma, estaban durmiendo y apenas habían comido. Iba a jugar con sus vidas por salvar la suya pero era algo que no le importaba, tan sólo se cabrearían algunos nobles por ello si fallaba, o al menos, así lo veía.

-Tan sólo si yo elijo la opción de mi apuesta -dijo el carretero.

-Concedido

-Elijo tanto cara como cruz y ser yo quien tire la moneda

La mujer rió.

-Veo que sois un oponente astuto, os dí mi palabra. Así sea.

La mujer le dio la moneda y al rozarse las pieles y las mojadas ropas, el carretero se sintió desvanecer. Tiró la moneda al aire y volteó 13 veces. 

Cayó al suelo de canto, la mujer sonrió y de una fuerte ráfaga de viento levantó el carro con el carretero y los esclavos y lo arrojó al río que engulló sus almas. La mujer se volvió a encapuchar y volvió a mirar cabizbaja al río desde la barandilla del puente.

"Yo soy el demonio de las aguas y esta es mi ofrenda de sangre" susurró mientras desaparecía cuando las nubes ocultaron el claro de luna.


Aquella mujer, pronto sería conocida como "La Diabla" por los habitantes de la zona.
 
Dicen desde entonces las lenguas más viejas que en los días en los que el Segura se desbordaba ahogando a las personas que intentaban atravesarlo, una silueta con capucha de azules ojos aparecía de la nada jugando con una moneda sobre el Puente de los Peligros y que si te la encontrabas, el nombre del puente se haría realidad.


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