Seguidores

martes, 16 de octubre de 2012

El invierno de una matrioska. Capítulo 1: Vladimir

Bueno gente ahora que he estado interesandome un poco mas para darme a conocer acabo de poner arriba la opción de seguirme y tal ¿Que voy a deciros yo? Pues que me sigais no? XD
Bueno en fin todo esto se debe a que mis compañeros de periodismo tambien tienen blogs y tal y son más organizados que yo, así que que demonios a ponerse las pilas no?

En fin a lo que ibamos!

A continuación voy a escribiros un minirelato que escribí hace ya tres años que me encantó, lo colgué en la pared, me pareció una mierda, lo guardé por inercia y ahora creo que mejorándolo quizás pueda continuarlo y así no tengo por qué dejar que caiga en el olvido ¿no?

Lo dicho al ataque!

Moscú, 1941

Vladimir fijó sus fríos ojos más allá del cristal húmedo de su ventana, la Plaza Roja estaba desierta, eran las dos de la madrugada y habían acabado los desfiles militares a eso de las seis de la tarde. 

Stalin había protagonizado otro de sús carismáticos discursos con los que se metía a los camaradas ciudadanos en el bolsillo, lo peor era que siempre surtía efecto...
 Lo normal sería que ante la noticia de que Hitler había entrado en las fronteras de la URSS la gente corriera a salvar sus vidas, pero Stalin tras sacar tropas a la calle para demostrar el potencial que poseía Rusia como nación capitana de la revolución proletaria había tranquilizado al público. "No permitiremos que ningún camarada del Oeste sea martirizado por esos locos fascistas" dijo enarbolando manos y bigote en gestos desmesurados de rabia y orgullo ciego. Siete horas más tarde sus órdenes eran iniciar un repliegue de tropas y la técninca de tierra quemada (consistente en retirarse de un territorio destruyendo todo lo que los nazis pudieran usar a su paso), en resumidas cuentas: abandonar el Oeste de la Unión Soviética y defender la capital...

Y  ese era el gobierno del pueblo, la dictadura del proletariado...

Había alardeado de tener un ejército mayor y mejor preparado que el alemán !Por favor!
Mayor no cabía duda, la Unión Soviética contaba con los siberianos, unos magnificos soldados de no ser porque eran pastores que en aquellos días seguían cazando con jabalinas y flechas y que nunca habían visto un avión o un tanque. 

Los alemanes llevaban años preparando la guerra, y los soldados soviéticos estaban adiestrados (por una reforma de uno de los altos cargos de Lenin que después Stalin mandó ejecutar), aunque los aténticos soldados profesionales del ejército rojo eran poco más de un tercio. El resto lo formaban hombres y mujeres trabajadores que habían cambiado sus herramientas por fusiles para luchar por el futuro de sus familias, por la revolución, por seguir teniendo una tierra a la que llamar suya... y por la gente del Oeste tan desamparados ellos ante la amenaza alemana.

Y ese malnacido de Stalin les hace retroceder, abandonar a esa gente, confiar en que llegaran al Este sin que los nazis les alcancen y por si fuera poco, Stalin les obliga a disparar contra sus casas, contra sus cultivos, sacrificar a sus animales...

Todo para que los alemanes se retrasen en llegar a Moscú y llegue el invierno. 

Vladimir pensó que Stalin era un cobarde y un inseguro al confiar más en el frío del invierno que en las balas de sus hombres, pero había que reconocerlo, era un tipo astuto en el fondo. Ni el imperio romano, ni el francés, ni el otomano, ninguna nación había conseguido vencer al invierno ruso.

Vladimir apuró su vaso de vodkay miró a Olga que dormía plácidamente envuelta en el calor que la chimenea desprendía sobre su cama arrojando la crepitante luz sobre su piel y creando sobre ella un halo de luces y sombras que conseguía hacerla aún más guapa que cuando estaba despierta y le miraba con sus penetrantes ojos grises del color del Volga en las heladas.

Sin saber por qué sus ojos se fueron hacia la matrioska que había sobre la chimenea y no puedo pensar en dicho momento, sino que automáticamente encendió un cigarrillo y siguió mirándola... El primer rayo del alba le hizo volver a mirar por la ventana

Antes de que terminase el año llegarían los alemanes, tenía hasta entonces para dejar su vida hecha, tras este tiempo el deber para con la Madre Patria se la arrebataría.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario